Framingham

corazon

En estas pagina ya he hablado en alguna ocasión acerca de la fama. De lo efímera e intrascendente que suele ser. Y también de como demasiados la confunden con la infamia o la mera popularidad. Muchas veces, al contrario, perseguimos el anonimato. Se busca si no se posee o, cuando menos, se procura conservarlo en caso de que haya riesgo de alcanzar cierta notoriedad. Hay quien prefiere sentirse orgulloso de sus actos anónimos cuando sabe que otros podrán juzgarlos sin conocer al artífice. Mezclarse y disolverse entre la muchedumbre para que se difuminen los éxitos y fracasos, también la responsabilidad o la culpa.

Pese a todo, aunque decimos admirar a los héroes anónimos, tendemos a aplaudir y vitorear al payaso público. Muchas veces de corazón y no como mera pose. Y, aun sabiéndolo, me llama la atención que millones de personas sigan las intrascendentes desventuras de una infinidad de famosos mediáticos que exhiben su mediocridad, cuando no mal gusto, ante un público tan voraz y entusiasta como olvidadizo. Ya hablé en El padre O’Harac de esa uniformidad impuesta que muchos adoran en sus ridículos triunfitos y grandes hermanos.

Cuando se trata de héroes anónimos el asunto es bien distinto. Todos dicen admirar a los héroes cotidianos —policías, médicos, bomberos—, pero por norma los ignoran o los consideran parte del paisaje. Salvo que aparezcan en la tele, en reportajes, series o espectáculos pseudorrealistas donde hay más de montaje que de esencia o retrato. Da igual que se levanten estatuas, como aquellas que se elevaban para honrar a los soldados desconocidos. Siempre preferimos quedarnos con el héroe publicitado, aunque sea falso. Da igual que se trate de un actor, un deportista, un cantante, un timador o un simple tarado.

estatua cascorro

¿Quién ha oído hablar de Framingham?

Médicos y científicos sí. Alguna persona informada tal vez. Pero la mayoría de la gente preguntaría si es el título de una serie o una nueva startapp. Que nadie pretenda hallar sentido al término por la fuerza bruta de la traducción. Nada hay de jamones, encuadrados o no. Y, sin embargo, el nombre de esta ciudad del estado de Massachusetts oculta una larga historia de esfuerzos y de orgullosos héroes anónimos que han aportado a la humanidad mucho más que la mayoría de los famosetes y efímeros ídolos de la televisión o las redes sociales.

La historia de Framingham comenzó en 1647, pero la parte que nos interesa y ocupa se inició en 1948 cuando la ciudad se convirtió en la sede de un estudio médico acerca de los factores de riesgo cardiaco, iniciado por el doctor Thomas Royle Dawber y que, desde entonces y hasta la fecha, ha abarcado tres generaciones sucesivas de habitantes de la localidad que se han prestado desinteresadamente a la investigación.

El estudio, que aún sigue en marcha, cambió por completo el paradigma de la cardiología y resaltó la importancia de los factores de riesgo en epidemiología. Al margen de sospechas o intuiciones, se demostró el efecto del tabaquismo sobre el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, así como la importancia de la hiperlipemia, la hipertensión o determinados antecedentes familiares como factores a tener en cuenta. Su metodología resultó tan exitosa que el proyecto se ha mantenido en marcha durante décadas y ha inspirado otros estudios semejantes de importancia fundamental para el desarrollo de la medicina y la promoción de la salud.

No deja de ser curioso, y también un tanto triste, que pocos conozcan lo que significa Framingham. Que menos aún conozcan al doctor Dawber, de quien apenas se encuentran entradas en Internet salvo las correspondientes a su obituario y casi ninguna en castellano. Y que, al contrario, muchos admiren a cualquier mequetrefe que disfruta sin mérito alguno de su minuto de gloria mediática o que un personaje tan siniestro como Josef Mengele, que apenas realizó aportaciones a la medicina más allá de su brutalidad y sadismo extremos, merezca más atención que cualquiera de nuestros protagonistas incluso después de muerto. Aun admitiendo que el horror debe ser recordado para evitarlo, yo soy de los que piensan que deben publicitarse más los valores positivos, como los de este estudio en el que han participado miles de héroes anónimos durante los muchos años de historia que lo contemplan.

mengele

¿Será que nos atraen más las malas noticias, la estupidez ajena, la falta de mérito o el simple morbo por lo horrible que lo que la mayoría consideramos los valores humanos deseables? Quiero creer que no es así. Por si se trata de mero desconocimiento, vaya por delante mi pequeño grano de arena para colocar al estudio dentro de cuadro y permitir que sus protagonistas, casi todos ellos anónimos, obtengan algo del reconocimiento que merecen.

thomas royle dawber

2 comentarios en “Framingham

Deja un comentario